Un par de noches a la semana, en el observatorio de Apache Point, en Nuevo México, Tom Murphy y su equipo activan su cañón láser y disparan durante al menos una hora contra la Luna.
Los haces de luz que salen desde este rincón de Estados Unidos tardan alrededor de 2’5 segundos en alcanzar nuestro satélite y regresar; su objetivo es impactar contra los espejos que dejaron allí hace cuatro décadas los astronautas de las misiones Apollo y que han servido para medir la órbita lunar con una precisión milimétrica.
“Lanzamos aproximadamente 50.000 pulsos de luz en cada sesión”, asegura Tom Murphy. “Esto nos permite medir la distancia con una precisión de milímetros”. Gracias a estos retro-reflectores, por ejemplo, los astrónomos han comprobado que nuestro satélite se aleja de la Tierra a un ritmo de 3,8 centímetros por año, se ha determinado la naturaleza líquida de su núcleo y se ha medido la fuerza gravitacional en los términos predichos por Einstein.
Después de computar varios cientos de variables, la distancia se calcula multiplicando la velocidad por el tiempo que tarda la luz en ir y regresar. Pero, ¿cómo es posible acertar desde una distancia de casi 385.000 km sobre unos espejos de apenas unos centímetros cuadrados?
Espejos dañados
Para añadir más dificultades, los miembros del observatorio Apache Point han detectado en los últimos años que la señal que reciben de vuelta es diez veces menor de lo que debería. “Las mediciones”, observa Murphy, “indican ‘cierta’ degradación de los espejos lunares”. En su opinión, la causa está en “las partículas de polvo lunar que se han ido depositando, o que han chocado, contra su superficie”.
Aún así, Murphy está convencido de que los espejos “seguirán funcionando otros cuarenta años”, aunque estaría encantado de que en la próxima visita a la Luna, allá por el 2020, los astronautas colocaran reflectores nuevos. “Obviamente, sería estupendo”, asegura. “Los espejos actuales fueron construidos para una capacidad mucho menor de la que ahora tenemos. Tener mejores espejos multiplicaría nuestra capacidad de medición”.
Disparos contra la ‘conspiranoia’
El observatorio de Apache Point es el más moderno y preciso de los que participan en el experimento conocido como Lunar Laser Ranging (LLR). Desde que Armstrong y Aldrin colocaran el primer espejo, el 20 de julio de 1969, han participado en sus mediciones varios centros, incluido el observatorio McDonald, que pronto dejará de recibir fondos para esta investigación.
En su modestia, Murphy no se atreve a calificar el LLR como el experimento más importante de cuantos se han realizado en la superficie de la Luna, pero “desde luego es el que más ha durado”, asegura. “Y está claro que aún tiene mucho que ofrecer”.
Los cuatro espejos colocados en la superficie lunar son casi un objeto fetiche para los aficionados a la astronomía. Su presencia ha servido como prueba irrefutable contra los defensores de la teoría de la conspiración.
Tres de ellos fueron colocados sucesivamente por las misiones Apollo 11, 14 y 15 y un cuarto fue dejado en la Luna por la misión soviética Luna 21.
- ¿Qué piensa de los que niegan que el hombre haya pisado la Luna?
- No tengo ni idea de lo que están hablando.
Una fuerza desde el principio del tiempo
Cuatro décadas después, como recuerda este astrónomo de 39 años, los espejos nos han enseñado que la Tierra y la Luna, a pesar de sus diferentes composiciones, “están cayendo a la vez hacia el Sol, demostrando el principio de equivalencia de forma muy precisa”. “Y que la constante gravitatoria es tan estable, que la fuerza de gravedad ha cambiado menos de un 1% desde los principios del Universo”.
Tal vez fuera esta sensación de inmensidad la que conmovió a Murphy cuando decidió dedicarse a la astronomía, “después de ver pasar el cometa Halley”. “Me compré un telescopio y descubrí la Física”, recuerda. El momento más emocionante de su carrera ocurrió en 2005, cuando detectaron las primeras señales claras de los reflectores.
A la Luna la mira con amor o resentimiento en función del día que tenga. “Si tenemos señales pobres”, asegura, “es posible que sacuda mi puño hacia ella”. “Si la sesión es buena”, dice, “entonces la miro sonriente”. Después de tanto tiempo disparando rayos contra ella, confiesa, “es casi como un miembro de la familia”.
Fuente: http://noticias.lainformacion.com/ciencia-y-tecnologia/astronomia/el-hombre-que-dispara-contra-la-luna_9T4XXgMb4aZF2KdVs06KJ1/
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