Fue a la madrugada. El testigo volvía a su hogar. Vio a una niña que lloraba, de espaldas. Dijo que al girar era una anciana y deforme que huyó ante el ruido de las sirenas policiales.
Claudio Padilla es un joven vecino del barrio Ampliación Contreras Oeste. Tiene 25 años, es padre de familia y se gana la vida como chofer de colectivos de la Línea 21.
Su jornada laboral lo hace casi siempre de noche, al cubrir el servicio entre la capital santiagueña y la ciudad de La Banda. Por ello, casi siempre regresa de madrugada a su casa. Ayer, no fue la excepción. Ya casi estaba acostumbrado a este trajín.
Después de salir de trabajar, alrededor de las dos de la madrugada, tomó un remís “boletero” que –al llegar hasta la zona sur de Santiago- lo dejó en inmediaciones de la avenida 67 del barrio Ejército Argentino. Allí le pagó al conductor y decidió emprender una caminata, un poco para ahorrarse algo de dinero para el día siguiente.
“Cuando empecé a caminar no había nadie en la zona; entonces decidí poner en volumen alto la música de mi teléfono celular”, relató Padilla a EL LIBERAL.
Y no era para menos porque adelante de él se hallaba un panorama desolador, dado que empezó a transitar por las cercanías del amplio descampado por donde actualmente se construye la Avenida de Circunvalación: una amplia planicie, flanqueada por altos bordos de tierra, removidas por las pesadas maquinarias que trabajan de día.
Sin embargo, a poco de recorrer, Padilla se encontró en un tramo de poca visibilidad. En esa zona, a unos 30 metros de él, observó a una niña parada, de espaldas, de aproximadamente ocho años.
“Lloraba y tenía la cabeza gacha; como pensé que era una menor perdida, apagué la música, marqué el número del Comando Radioeléctrico (101). La agente que me atendió me pidió mayores descripciones o detalles de la menor”, recordó el joven.
Por tal motivo y ante la oscuridad que reinaba en el lugar, el buen samaritano decidió acercarse hasta la niña. Allí advirtió que la desconocida le “hacía señas” para que se acercara, mientras “lloraba con insistencia”.
“Cuando estuve a unos ocho metros de ella, se dio vuelta y me encontré con algo totalmente desagradable: era la cara deforme de una anciana. Tenía toda la piel arrugada, una nariz enorme y de boca grande”, detalló.
“Me asusté muchísimo y empecé a correr de vuelta al Ejército Argentino. Llamé otra vez al Comando y les dije que se apuren”, indicó. Momentos después, varios patrulleros llegaron al lugar, pero la desconocida había desaparecido en medio de la oscuridad de un monte cercano.
Fuente: http://www.elliberal.com.ar/secciones.php?nombre=home&file=verarchivo&id_noticia=0808273SC
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