Pocos entornos se me antojan menos apropiados para una historia de fantasmas que el interior de un submarino de la Primera Guerra Mundial en el que la intimidad es prácticamente nula, la actividad es constante y el espacio disponible es tan limitado que hasta los fantasmas han de encoger la barriga para dejar paso.
Y a pesar de ello es precisamente en el ruidoso, maloliente y abarrotado interior del submarino alemán U65 dónde que tuvo lugar la siguiente historia entre el año 1916 y 1918.
La leyenda negra de este submarino empieza incluso antes de su botadura, pues ya en el astillero donde fue construido una de las vigas que formaría parte de las estructura de cubierta se desprendió matando a un par de operarios.
Poco después, al dar comienzo las primeras pruebas en el mar, tres tripulantes quedaron atrapados en la sala de máquinas al atascarse la compuerta que comunicaba con el resto del submarino y murieron asfixiados por gases tóxicos.
La investigación oficial no ofreció resultados concluyentes sobre las causas del accidente. Por si esto fuera poco, al poco tiempo un tripulante desapareció en el mar tras caer por la borda un día de calma absoluta.
El vigía declaró que sencillamente lo vio caminar tranquilamente hasta caer al mar sin pronunciar la más mínima palabra.
Hay que admitir que la marinería siempre ha sido un colectivo un tanto supersticioso, así que no resulta sorprendente que para entonces ya empezaran a circular algunos rumores que tachaban al U 65 de barco gafado o incluso maldito. Habladurías que no iban a ser nada comparadas con la consternación y el miedo que se extendió tras su primera prueba de inmersión en aguas poco profundas.
Teóricamente debía ser una inmersión rutinaria a 10 metros de profundidad, pero una vez alcanzada dicha cota fue imposible detener al submarino que continuó su descenso hasta que tocar fondo. La para entonces más que asustada tripulación hubo de trabajar muy duramente durante doce horas para conseguir sacarlo a superficie, no sin antes sufrir los primeros efectos de una atmósfera enrarecida y falta de oxígeno.
Las necesidades de la guerra obligaban a declarar a los submarinos como aptos para el servicio activo en el menor tiempo posible, así que el U 65 inició el aprovisionamiento para su primera patrulla al poco de regresar a puerto. Ninguna marina retira del servicio activo a sus barcos por “mala suerte” pero en este caso la cuenta de desastres estaba todavía lejos de finalizar.
El último torpedo que debía ser cargado a bordo estalló repentinamente matando al segundo oficial y a otros cinco marineros encargados de la tarea. Y es a partir de entonces cuando la historia se vuelve realmente increíble: la explosión del torpedo marca el inicio de toda una serie de inquietantes apariciones en las que se puede ver a una oscura figura inmóvil, en pie sobre cubierta y con los brazos cruzados, que todos los testigos identifican sin dudar como el segundo oficial muerto en la explosión.
Tras las reparaciones necesarias se ordena a la tripulación regresar al barco, 31 marineros en total. Pero para sorpresa del oficial a cargo, en el recuento aparecen 32.
Si, el segundo oficial parece que también quiso acudir a la revista. De nuevo inmóvil sobre cubierta.
Su oscura figura volvió a ser vista en diversas ocasiones por varios tripulantes, e incluso por el propio capitán, durante las primeras patrullas por el Canal de la Mancha.
No es de extrañar que el apodo de “barco de la muerte” empezara a circular entre la tripulación, sobre todo cuando el capitán murió alcanzado por la metralla en el transcurso de un ataque aéreo que se produjo justo al regresar a puerto.
Su sustituto se encontró con un panorama desolador en el que la tripulación, completamente aterrorizada, únicamente deseaba abandonar aquel submarino maldito. En un intento de levantar la moral se llegó a realizar un exorcismo sobre el U65. Pero el siguiente viaje iba a resultar trágico
Unas terribles condiciones climatológicas, seguramente unidas al tétrico ambiente que imperaba en el submarino, acabaron por provocar que un marinero enloqueciera y se suicidara tirándose al mar. También en el mar encontró la muerte no mucho después uno de los ingenieros, aunque esta vez parece que su caída fue accidental.
El destino final del U65 está envuelto en misterio, sencillamente se perdió el contacto por radio con ellos. Que un submarino desaparezca sin dejar rastro en tiempos de guerra no es algo raro, pero esta historia nos reserva una sorpresa final.
Según parece el U65, probablemente ya de regreso a casa, fue avistado por un submarino americano que se dispuso a atacar sin demora.
Más no llegó a ser necesario.
Más no llegó a ser necesario.
No había concluido aun su maniobra de aproximación cuando el capitán americano contempló como el U65 sencillamente saltaba por los aires. Más tarde dicho capitán llegó a declarar que momentos antes de la explosión pudo ver en proa una figura inmóvil y con los brazos cruzados.
¿Quizá el segundo oficial había regresado nuevamente para asistir a la escena final de esta tragedia?
¿Estamos ante una historia real o ante la típica leyenda de barcos malditos? Quién sabe, pero el caso es que desde la Gran Guerra han ido surgiendo diversos testimonios de personas que afirman haber visto en el
Atlántico lo que parecía ser un extraño submarino con alguien de pie sobre la proa.
1 comentarios:
waow, los casos abundan en razón a los barcos malditos, pero que los hará tan populares??
Saludos
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