Siendo ya mundialmente famoso por sus trabajos en radiocomunicaciones, Guillermo Marconi, respondiendo a una pregunta del New York Times sobre si creía que las ondas electromagnéticas emitidas se propagaban eternamente, declaraba lo siguiente:
“Así lo creo. Si los mensajes que envié hace 10 años aún no han llegado a las estrellas más próximas, ¿por qué cuando lleguen habrías de detenerse?”.
El periódico publicó sus declaraciones en la primera página de su edición del 20 de enero de 1919.
En esa época, habiéndose ya ganado un puesto de honor como precursor de la actual búsqueda de inteligencia extraterrestre, agregaba:

Marconi reconoció haber recibido fuertes señales provenientes de algún lugar fuera de la Tierra, presumiblemente “de las estrellas”.
Pero fue prudente y, anticipándose ya a la crítica de los medios de comunicación –que habían llegado incluso a mofarse de su maestro, Nikola Tesla-, y aún cuando en aquella época jóvenes científicos como Albert Einstein había hecho declaraciones en el sentido de que creían en la posibilidad de que Marte y otros planetas podían estar habitados, Marconi declaró que aún no había pruebas concluyentes de la procedencia de las señales que había captado.
Posteriormente y seguro de sí mismo, en el New York Times del 2 de septiembre de 1921 confirmaba que, estando navegando en su yate por el Mediterráneo, recibió algunas señales extrañas que no había podido descifrar, aunque sospechaba que algunas de esas señales procedían de Marte.
Electra: un misterioso laboratorio flotante

La travesía la realizó entre el 23 de mayo y en 16 de Junio de 1922, a bordo de su laboratorio flotante, el famoso yate “Electra”, que había comprado después de la Gran Guerra a la Marina Italiana, y en el que, además de otros experimentos, pasó su tiempo poniendo a prueba una máquina de recepción y transmisión de señales a través del espacio interestelar. Pero nunca se supo cuál fue el resultado del experimento, ya que no quiso hablar del tema cuando llegó a Nueva York ni en el Instituto de Ingenieros de la Radio, ni en el Instituto Americano de Ingenieros Eléctricos.
Años más tarde Guillermo Marconi habría de extender su interés por las radiocomunicaciones con las estrellas a las comunicaciones con otros planos dimensionales, intentando construir una máquina tanto para captar voces de pasado como para contactar con el mundo de los espíritus. Seguramente en sus oídos aún retumbaban las palabras de su maestro Nikola Tesla cuando dijo:
“Ni siquiera podemos afirmar con seguridad que algunas de las formas de vida de otros mundos no estén presentes aquí en la Tierra, en medio de nosotros… y que sus manifestaciones vitales puedan ser tales que no podamos percibirlas”.
Y era tan sólida la reputación de Marconi como hombre de ciencia que durante la oposición de Marte a la Tierra, en 1924, el Ejército norteamericano ordenó a los operadores de radio de todos sus observatorios que estuviesen atentos a posibles señales marcianas.
En la década de 1920 Marconi se decantó políticamente por el movimiento encabezado por Mussolini, llegando en 1930 a ser miembro del Gran Concejo Fascista. Además, su afinidad con las altas esferas hizo posible que el Papa anulara su matrimonio y pudiera casarse de nuevo, esta vez con la condesa María Cristina Veis Scalli, con quien tuvo una hija a la que llamó Electra.

En junio de 1936 Marconi hizo una demostración ante el dictador fascista italiano del denominado “Dispositivo de guerra ondulatorio”, que podía ser utilizado como arma de defensa.
En aquellos años, estos artilugios eran conocidos popularmente como “rayos de la muerte” y aparecía en numerosos filmes de ciencia ficción, aunque la base de su funcionamiento era muy real.
Marconi hizo su demostración en una autopista muy transitada al norte de Milán. El mismo Mussolini le había pedido a su esposa que circulara por esa autopista a las 3 en punto de la tarde.
Una vez iniciada la prueba, el artilugio de Marconi provocó un mal funcionamiento en los sistemas eléctricos de todos los coches en la autopista durante media hora, incluyendo el automóvil de la esposa de Mussolini, mientras su chofer y los de los otros vehículos revisaban los depósitos de combustible y las bujías sin poder saber qué estaba ocurriendo. Pasada media hora, todos los coches pudieron ponerse en marcha de nuevo.
Lo sorprendente de esta historia es que así aparece publicada en la autobiografía de Rachel Mussolini, la esposa del dictador italiano.
El cine de ciencia ficción muchas veces se hizo eco de sucesos muy reales. El filme norteamericano “El día que paralizaron la Tierra”, de 1952, que en aquel entonces reflejaba lo que parecía una excentricidad propia de las películas clase B, se inspiró en aquellos hechos reales provocados por Guillermo Marconi 16 años antes en Italia.

Esto, unido a otros reveses vinculados al sueño dorado de controlar el monopolio de las telecomunicaciones mundiales. Asestó un serio golpe a la voluntad de poder de Marconi, que ya para entonces era desmedida.
Finalmente, un año después de esos acontecimientos, el 20 de julio de 1937, Guillermo Marconi murió en circunstancias que muchos amigos íntimos, que estaban a corriente de sus trabajos y poseían copias de todos sus informes, consideraron al menos, poco claras.
¿Intervino Mussolini en la supuesta muerte de Marconi para que éste no pudiera seguir adelante con sus investigaciones, con lo cual no sólo satisfacía la demanda del Papa sino que al mismo tiempo impedía que el invento fuera a parar a manos del enemigo?
¿O fue quizás el propio Marconi quien fingió su propia muerte para escapar de Mussolini y del Papa Pío XI, dirigiéndose en su yate a América de Sur?
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