La tormenta solar de 1859 fue la más potente registrada en la historia. La acción del viento solar sobre la Tierra ese año fue, con diferencia, la más intensa de la que se tiene constancia.
El día 28 de agosto aparecieron numerosas manchas solares, y el día 1 de septiembre el Sol emitió una inmensa llamarada, con una área de fulguración asociada que durante un minuto emitió el doble de energía de la que es habitual.
Sólo diecisiete horas y cuarenta minutos después, la eyección llegó a la Tierra con partículas de carga magnética muy intensa. Se observaron auroras en zonas de baja latitud, como Roma, Madrid, La Habana y las islas Hawai, entre otras.
A esta fulguración se le llamó el evento Carrington debido a que este científico hacía unos bocetos de un grupo de manchas solares el jueves primero de septiembre debido a la dimensión de las regiones oscuras, cuando, a las 11:18, se dio cuenta de un intenso estallido de luz blanca que parecía salir de dos puntos del grupo de manchas.
Esquema de los puntos de donde partío la llamarada solar. Dibujo de Richard Carrington
El campo magnético terrestre se deformó completamente y esto permitió la entrada de partículas solares hasta la alta atmósfera, dónde provocaron extensas auroras boreales e interrupciones en las redes de telégrafo, que entonces estaba todavía muy poco desarrollado. En aquella época los cables del telégrafo, invento que había empezado a funcionar el 1843 en los Estados Unidos, sufrieron cortes y cortocircuitos que provocaron numerosos incendios, tanto en Europa como en Norteamérica.
El evento Carrington no tuvo consecuencias brutales debido a que nuestra civilización tecnológica todavía estaba al principio: si hubiese ocurrido en la actualidad, los satélites artificiales dejarían de funcionar, las comunicaciones de radio se interrumpirían y los apagones eléctricos tendrían proporciones continentales, quedando interrumpido el suministro eléctrico durante semanas.
Según los registros obtenidos de las muestras de hielo una fulguración solar de esta magnitud no se había producido en los últimos 500 años, aunque se producen tormentas solares relativamente fuertes cada cincuenta años, la última el 13 de noviembre de 1960.
Atendiendo a este ratio, estamos a punto de que una gran tormenta solar ocurra. Y en esa línea van las predicciones de Mausumi Dikpati del Centro Nacional para Investigaciones Atmosféricas (NCAR) de los Estados Unidos hechas en 2006.
Pero lo cierto es que curiosamente la actividad solar en el presente ciclo solar está siendo muy baja. Los científicos de la NASA y la ESA estaban empezando a dudar si nos encontrabamos ante un nuevo mínimo de Maunder, que duró más de seis ciclos solares, desde 1655 a 1715 y que coincidió con la llamada Pequeña Edad de Hielo, en la que incluso el Támesis se helaba en invierno a su paso por Londres.
Solo un par de meses después de la predicción de Mausimi el Dr. David H. Hathaway publicaba un artículo anunciando que el siguiente ciclo será uno de los más débiles en actividad solar en los últimos siglos y revisando a la baja las previsiones de Mausimi.
David H. Hathaway. Datos del Directorio de la NASA
Según David Hathaway, Físico solar de la NASA, “el anillo de convección de la corteza solar se mueve normalmente a una velocidad de un metro por segundo. Así es como ha sido desde el pasado siglo XIX. Pero durante los últimos años esta velocidad se ha reducido un 25% en el anillo norte y un 65% en el anillo sur.” Una menor velocidad de convección significa una menor actividad solar
Anillos de convección del sol. Fuente NASA
La predicción según Hathaway para los dos próximos ciclos es la que se muestra en el siguiente gráfico.
En rojo, predicción para los dos próximos ciclos solares. La linea rosa del ciclo 24 muestra la previsión de Mausimi Dikpati. Fuente NASA.
Lo cierto es que si algo parecido al evento Carrington ocurriese en la actualidad las consecuencias serían más graves de lo que ocurrió en 1859. Según un estudio de la National Academy of Sciences de los Estados Unidos, la red eléctrica de ese país (y por ende del resto del mundo) es vulnerable a una actividad solar como la de 1859, o incluso a la más liviana de 1921, provocando apagones generalizados que afectarían a más de 130 millones de personas, lo que supone casi un 50% de la población de ese pais (recordad que para los américanos, el resto del mundo no existe), y provocaría daños permanentes en mas de 350 transformadores, que requerirían periodos muy largos para su completa puesta en funcionamiento
Fuente: http://www.lamentiraestaahifuera.com/?p=1957
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