El 2 de noviembre de 1959, después del paso de un OVNI se registró en la ciudad portuguesa de Evora una abundante lluvia de «cabellos de angel».
Varios fragmentos fueron recogidos y sometidos a examen de laboratorio, pero durante cerca de dieciocho años los informes correspondientes a estas experiencias y otras emprendidas a partir de julio de 1960 por una bióloga que procedió a otra captura en la misma zona, han sido mantenidos en secreto por las autoridades.
El informe, que sustenta la tesis de una intervención biológica de los ONVI es firmado por cuatro científicos ligados al Centro de Estudios Astronómicos y de Fenómenos Insólitos de Oporto, cuyo nombre no es revelado.
Con todo, el relato de las experiencias y las microfotografías hechas han sido observadas por
numerosos científicos de diversos países, despertando el mayor interés porque en uno de los fragmentos examinados fue identificado como un «ser extraño, totalmente desconocido de la biología terrestre, que puede convertirse en la primera prueba detectada de vida extraterrestre».
El «extraterrestre de Evora» medía cuatro milímetros y era dotado de una fuerza y resistencia descomunales.
El organismo fue colocado entre dos láminas de vidrio para su examen microscópico y manifestó entonces, explica el informe, «reacciones defensivas bastante fuertes», proyectando contra la lámina una red de tentáculos en un aparente esfuerzo para liberarse.
«Experiencias posteriores demostraron que el organismo fue capaz de soportar presiones de 350 gramos», afirman los autores de las pruebas de laboratorio.
« ... Inicialmente observada la preparación presentaba diversas coloraciones: el cuerpo central era amarillo, color de huevo, mientras los tentaculos ostentaban un color rojo bastante intenso.
Con el tiempo se observó una nítida alteración de los colores, desapareciendo los contrastes para dar lugar a un tono amarillo castaño, que se fue haciendo cada vez más oscuro.»
«Los tentaculos son formados de filamentos paralelos, unidos entre ellos por una sustancia gelatinosa. Cada filamento o hebra es transparente, dejando ver en su interior corpúsculos cuyo número fue aumentando con el tiempo ( ... ), estos filamentos proyectados con fuerza sobre la lámina de vidrio, dibujaron en ella una línea de contacto perfectamente definida donde parecen emerger ciertas formaciones culturales (...); en medio del cuerpo central se ve una abertura en forma de boca, alrededor de la cual se observan finísimos dibujos, correspondientes, tal vez, a pliegues o fisuras existentes en la sustancia que lo compone ( ...).
Pueden verse también manchas oscuras y redondas que dibujan una forma pentagonal que se hizo
cada vez más regular.»
«Las observaciones fueron hechas durante cerca de dos años, al final de los cuales los tentáculos, y luego el cuerpo central, se fueron desintegrando, deshilachándose progresivamente.»
Es probable que el relato de estas observaciones, y el libro sobre el terna publicado por Raúl Berenguel (Interacción biológica de los OVNIS.
Una prueba acientífica) no sea capaz de alterar el juicio que cada uno ha hecho sobre la existencia o no de los OVNIS, fenómeno acerca del cual muchos son los que se cierran en actitud de un misticismo exacerbado, pero constituye un nuevo fenómeno a añadir a la serie ya muy larga de los hechos «inexplicables en el estado actual de los conocimientos científicos».
Fuente: http://elpais.com/diario/1978/10/13/sociedad/277081215_850215.html
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