¿Cayó un OVNI en Salta (Argentina) en 1995? ~ Misterios en la Web

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lunes, 30 de abril de 2012

¿Cayó un OVNI en Salta (Argentina) en 1995?

El 17 de agosto de 1995 ocurrió un incidente que tuvo relativa trascendencia periodística en su momento, pero que cayó rápidamente en el olvido.

Se trató de la caída de un objeto no identificado en el sur de la provincia de Salta, en el norte de la Argentina.

En septiembre de 1996 se publicó en el boletín electrónico “UFO Roundup” -distribuído en Internet- que aquella caída se había tratado de un OVNI y que además se habían recuperado un número de cuerpos de la nave, que fueran trasladados a posteriori a la ciudad de Victoria, en la provincia de Entre Ríos.

Parte de estas declaraciones fueron atribuidas a la Fundación Argentina de Ovnilogía (FAO), aunque ello no era cierto.
Ante tal comunicado, Luis Burgos decidió publicar en el número de octubre del boletín “Ovniciencia” de la FAO un informe sobre el caso con todo lo que se sabía hasta ese momento. Dicho informe se basó fundamentalmente en las noticias publicadas en los diarios y revistas de aquel entonces. Asimismo, envió una nota aclaratoria a “UFO Roundup” que fuera publicada en el mes de octubre de ese año.

Nada de lo que se sabía hasta el momento de redactar aquel número del “Ovniciencia” indicaba que se hubieran recuperado cuerpos y menos que se hubieran trasladado a Victoria. En realidad, ni siquiera se sabía que fue lo que se precipitó a tierra exactamente.

Cuando todo parecía indicar que se había llegado a un punto muerto en la pesquisa, principalmente porque ya habían transcurrido más de dos años del incidente y porque no se disponía de los medios necesarios para realizar una investigación in situ, un llamado telefónico hace reavivar el caso.

Antonio Galvagno, el civil que más investigó los hechos desde sus inicios, se hallaba en Buenos Aires y deseaba entrevistarse con la gente de la Fundación.


En la tarde del 16 de octubre de 1997, nos reunimos con él en Ensenada, localidad vecina de la ciudad de La Plata.

Este informe es una descripción de todo lo ocurrido aquel 17 de agosto de 1995 y los días subsiguientes, de acuerdo a lo relatado por Galvagno durante el encuentro.

La caída

Antonio Galvagno residía junto con u esposa en la localidad salteña de Joaquín V. González, departamento de Anta. Su población ronda los 20.000 habitantes y su principal actividad son el agro, la ganadería y la extracción de carbón.

Aquel 17 de agosto, un día diáfano, ambos se encontraban almorzando cuando, a las 13:47, se escuchan en todo el pueblo “dos tremendas explosiones. A pocos segundos de la explosión se empieza a mover el piso, se mueven los techos, las lámparas”.

La gente sale enseguida a la calle, creyendo que estaban ante la presencia de un terremoto. Al hacerlo, notan la presencia de una “tremenda franja de humo que había en el cielo”. Los primeros comentarios sugieren la caída de un meteorito o de un avión.

Galvagno es piloto civil y se dedica a la fumigación. Por aquel entonces mantenía un avión ultraliviano biplaza que utilizaba para tal fin. Al momento del incidente, el avión se encontraba en la pista. “Inmediatamente lo lleno de nafta y me voy en dirección de la larga columna de humo que veíamos”.

Según nos contaba, el lugar de la caída es la Serranía Colorada y tiene más de 1.000.000 de hectáreas de extensión. O sea, que se vuelve en una zona muy amplia, difícil de recorrerla en su totalidad.

Al hacer su primer contacto con la columna de humo, la describe como “parecida a una nube de hollín, con partículas metalizadas”.

Ese día la búsqueda se desarrolla sin novedad. Vuelo como 3 horas hasta que se me acaba la nafta. No encuentro nada”.

En la zona del impacto había viento, lo que hizo que rápidamente la columna de humo se dispersara, impidiendo ubicar el lugar exacto de la caída.

Galvagno dedicó los siguientes 15 días a la búsqueda, pero sin resultados positivos.

A 7 kilómetros de Joaquín V. González había una finca en la cual había gente asoleándose. “Cuando ven el fenómeno, después de algunos segundos porque quedan impactados por lo que ven, van corriendo, sacan una cámara de foto y obtienen impresiones”.

Recolección de testimonios

Cuando salgo de mi casa veo la columna de humo, pero hay gente que estaba afuera, algunos como esta gente que tomaba sol. ¿Qué es lo que vieron ellos?”, se preguntaba Galvagno.

Así, ese mismo día después de su frustrada búsqueda, empezó a recolectar los primeros testimonios de personas que fueron testigos del incidente.

La gente que toma la foto anterior “ve una explosión, un fogonazo inmenso. A partir de ahí refuerzan su testimonio diciendo que ven una bola roja que cae con movimientos oscilantes. Y esa bola roja, dicen, desaparece detrás de los árboles”.

Según Galvagno, esta “bola roja” no se desintegró en el aire sino que cayó entera. “Cuando hace impacto en el piso es cuando nosotros percibimos el movimiento telúrico”.

Al recorrer los pueblos más cercanos al hecho, los testimonios empezaron a aclarar el panorama. “He hablado con algo más de cien testigos presenciales. Con la descripción *testigo presencial* me refiero a personas que describieron lo sucedido antes de acontecida la explosión”.

Había mucha gente realizando tareas rurales al aire libre que vieron todo lo ocurrido.

“Todos los testimonios coinciden que desde el sur de Bolivia aparece una suerte de plato metalizado, pero que ya venía mal, zigzagueando”. Los testigos le dan un tamaño aproximado de 200 a 300 metros de diámetro. “Sobrevuela a muy baja altura los pueblos de Tunal y Galpón. En un momento de ese vuelo muy lento que venía haciendo se le acercan de atrás otros objetos que lo seguían a muy rápida velocidad, también metalizados en aspecto, que despiden humo de la parte trasera. Cuando esos dos objetos lo alcanzan se producen las famosas explosiones”.

Los pueblos más cercanos al hecho escuchan seis estruendos”.

Galvagno supone que las dos explosiones que se escucharon en Joaquín V. González taparon las otras cuatro.

Un ingeniero de la compañía Plus Petrol, y que se hallaba desarrollando tareas de perforación muy cerca de la caída, no sólo confirma que se oyeron las seis explosiones, sino que además “se escuchó un ruido a turbina impresionante”, aunque sin poder determinar si el origen del mismo era “del aparato en sí o de los que se acercaban a él”. Asemejó el ruido al producido por las turbinas del avión Concorde, en el cual él había viajado en un par de veces, aunque “potenciadas una 100 veces” en este caso.

“Dicen los testigos que están más cerca de la explosión que había dos objetos estacionados en el aire, que luego de caer, el aparato desaparece hacia arriba”.

Doña Paz Zamana

Durante la semana posterior al episodio, la señora Paz Zamana -quien reside muy cerca de la zona- observa “unos aparatos grandes. Ella me los define como 5 veces aproximadamente el tamaño de una luna llena. En forma lenta aparecen desde el oeste, es decir, desde la Cordillera de los Andes, sobrevuelan su residencia a unos 200 metros de altura. Muy bajito”.

A partir de estos datos, Galvagno supone que estas luces, de un color naranja muy brillante, tendrían un diámetro aproximado de 30 metros. “En forma muy lenta, sin emitir ningún tipo de ruido, se dirigen hacia la zona de impacto, sobrevolando el cerro”. Estaban “como buscando algo”. Siempre se perdían atrás del cerro.

Luego de esas siete noches, no hubo ningún tipo de actividad durante los anocheres posteriores, hasta que un día miércoles “una nave gigante” sobrevoló la zona.

El testimonio de la señora Paz Zamana fue corroborado por otros vecinos del lugar.

La huella

Gracias a las declaraciones obtenidas, Galvagno cambia la zona de búsqueda, “pese a que no coincidía con la dirección en que yo creía que estaba. Yo había estado sobrevolando el otro lado del cerro. Cuando me encuentro con estos testimonios me digo: si las naves están ahí, evidentemente la cosa sigue ahí”.

En la mañana del primer día de búsqueda en la nueva zona, después de unos 15 minutos de vuelo, “observo una franja quemada en el piso. Una sección muy larga de terreno, de aproximadamente unos 1.500 metros de longitud por 600 de ancho”.

Cuando pego la vuelta y encaro la mancha de nuevo, el avión empieza a perder sustentación. Yo estaba a 200 metros de la cúspide del cerro, lo que implica una buena altura para la navegación (…) No había viento, estaba fresco, estaba hermoso para volar. No podían haber existido problemas de turbulencia o baja presión. Las condiciones eran ideales. El avión se cae. Le doy toda la potencia al motor, lo pongo en picada y se cae igual, como si el cerro me absorbiera. Un incidente muy extraño”.

Galvagno tiene mas de 4.000 horas de vuelo y según él es la primera vez en que le sucede algo por el estilo.

A pesar de que el avión quedó totalmente inservible (se precipitó a tierra), Galvagno corrió con suerte pues no sufrió heridas en el incidente.

Luego de salir del avión, se dirigió a la huella que se encontraba a unos 600 metros. “Yo digo: acá lo encontré, acá lo tengo. Me hacía toda la película”.

Cuando llega al lugar, observa que todos los árboles, grandes y chicos, fueron arrancados de raíz y volaron por el aire. Hasta a unos 50 metros de sus pozos respectivos. También había una gran cantidad de un polvillo blanco que parecía talco, aunque mucho más liviano y mucho más fino (7).

Sin embargo, lo que más le llamó la atención es que “en la montaña, en la roca sólida había perforaciones de 70 cm, 80 cm, incluso hasta 1 metro”.

Galvagno recorrió toda la huella a pie. La misma termina justo al borde de un precipicio. A partir de ello, deduce que “evidentemente el objeto siguió y cayó 5, 6, 10 kilómetros más adelante”.

Esa zona se caracteriza por tener profundos y angostos cañadones de más de 800 metros de profundidad, de muy difícil acceso por la falta de caminos y los bosques impenetrables. A esto se suma el hecho de que Antonio Galvagno se quedó sin avión y nadie le pudo facilitar uno.

Finalmente, algunas presiones que recibió lo impulsaron a abandonar la búsqueda.

Las presiones

Durante aquellos primeros días posteriores a la caída del objeto, se presentan a Galvagno un grupo de unas nueve personas pertenecientes a Gendarmería Nacional -que en la Argentina tienen la misión de proteger las áreas fronterizas-. “Ellos me prohiben la búsqueda, me prohiben la investigación, me prohiben volar”, aduciendo que el espacio aéreo se encuentra cerrado por motivos de “seguridad nacional”.

Todo lo cual lleva a un enfrentamiento verbal bastante importante, en el cual Galvagno y su equipo, compuesto por varias decenas de personas, siguieron firmes en su postura de no desalojar la zona. Por cierto, Antonio Galvagno contaba con el respaldo de todo el pueblo, lo que lo incentivaba a no abandonar el sitio. Por todo esto es evidente que intentar un desalojo violento por parte de Gendarmería Nacional hubiese llamado la atención de los medios de prensa. Es por eso que toman una salida más diplomática.

Estuvieron como media hora deliberando entre ellos. Al rato se aproximan un oficial y un sub-alférez, y uno de ellos me dicen : “Bueno, Tony, evidentemente acá tenemos que unificar la búsqueda. Decime qué sabés vos, te digo que sé yo, y vamos a hacernos amigos”.

Se sentaron a conversar. “Ellos me dicen que había caído un pedazo en el crestón El Gallo, ahí en Metán. Hay un pedazo caído ahí y yo personalmente tengo que bajar el día domingo con un helicóptero para rescatarlo. Me dicen: nosotros ya lo tanteamos pero no lo pudimos sacar porque es muy grande. Dice que era un pedazo metalizado como de 3,50 metros de largo y no tiene peso. Vos lo levantás y es que como si pesara 200 gramos. Pero, si no es en helicóptero no lo podemos sacar. El sub-alférez me dice: y yo personalmente tengo que bajar con una soga y rescatar el pedazo”.

Cuando Galvagno le pregunta si había gente de la NASA, le contestan: “No sé si son de la NASA, pero son yanquis los que están manejando todo esto”.

Me extraña porque la NASA no trabaja así”, repuso Galvagno. “Lo más probables es que mañana a vos te peguen una patada y no te dejen ir”.

Tal como se lo había anticipado, al día siguiente regresa el sub-alférez, ya sin el oficial, totalmente decepcionado. “Ni siquiera me dejaron entrar a la finca. Escuché los helicópteros que se fueron para el crestón y ni siquiera nos dejaron entrar a la finca”.

Luego de algunas presiones similares por parte de diferentes personas, que declamaban pertenecer a diferentes organismos oficiales, Galvagno prosigue : “Me llama un amigo que trabajaba para el gobierno de la provincia de Salta. Me dice : mirá Tony, las presiones son muchas, borrate porque si no, sos boleta”. Le prestó su auto y le acercó algo de efectivo para que se retirara. Antonio Galvagno, al querer saber más sobre lo que había detrás de todo esto, recibe una respuesta categórica, y por lo demás reveladora : “La orden que Estados Unidos le dio a la Argentina es de no investigar”.

Reunión de Galvagno con algunos integrantes de la FAO.
De izquierda a derecha: Luis Burgos, Antonio Galvagno, Carlos Iurchuk, Walter Sukanec y Fernando Mengui.

Epílogo

Por supuesto que este caso no está cerrado ni mucho menos.

Si el lector se atiene a lo relatado por Galvagno, se deduce rápidamente que un objeto fue derribado por dos misiles. Otros, más escépticos, no dejan de sostener que el objeto en cuestión era un meteorito que se iba desintegrando e impactó en el suelo.

Como fuere, hay consenso a la hora de asegurar que un objeto se precipitó a tierra.

¿OVNI, meteorito, satélite o prototipo de nave militar del extranjero? Lamentablemente, hasta que pruebas físicas y tangibles aparezcan, la verdad seguirá estando fuera del alcance de los investigadores.







Fuente: http://dragoninvisible.com.ar/salta.htm

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