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miércoles, 17 de junio de 2009

Personajes: Pier Luigi Ighina

“Tenemos que eliminar la división entre ciencia y creencia” diría el polémico personaje italiano creador del artefacto antisismos, el purificador de ambientes y la teoría del ritmo magnético solar-terrestre. "

"Todo debe hacerse con pleno respeto de la naturaleza, estrechamente controlada por una mente sabia y armónica, donde la ciencia y la creencia son los dos parámetros absolutos”
El carismático Ighina, quien nunca patentó un invento, exhibe el llamado ERIM.
Las tres espirales superiores concentran la energía solar; las tres inferiores la energía terrestre. Cuando las dos energías convergen en el centro, el ERIM limpia el ambiente a su alrededor.

En un reportaje, dejo boquiabierto al periodista.

-“¿Cuánto tiempo ha trabajado con el Sr. Guglielmo Marconi?”

- “Hasta su muerte. Después me mantuve trabajando en los secretos que el me legó”

-“¿Qué está por hacer ahora?”

-“Ahora voy a girar mi hélice para disipar las nubes. Usted ve la apertura en el cielo ¿verdad?

El periodista y el mundo entero son testigos inequívocos de la afirmación de Ighina.

Muy por detrás de las nubes color plomo, un haz de luz penetra sobre la casa del polémico científico italiano. Mientras tanto, Maurizio Costanzo, periodista reconocido a nivel internacional, recuerda aquella nublada mañana de 1998.

La extraña hélice girando sobre el techo de una humilde vivienda en Imola; el cielo abriéndose cada vez más a medida que los minutos transcurren (acaso recordando a Moisés cuando partiera las aguas); la humilde sonrisa del radiotécnico imoleño, quien confesara más tarde que lo que más satisfacía de su extraño artefacto era el asombro inocente de los niños cuando miraban las nubes retirándose, como por arte de magia.

Adentrarse en el mundo de Pier Luigi Ighina, es adentrarse en una zona muy poco conocida. Leer sus trabajos, es intentar conectar un género de ciencia nunca antes difundido, en el cual la realidad y el misticismo parecen confundirse en un grado tan incómodo como encantador.

Hablar de Pier Luigi Ighina es imposible sin nombrar a su maestro y compañero, el célebre Guglielmo Marconi; hablar de Pier Luigi Ighina es imposible sin hablar de vibraciones, monopolos y extraños artefactos olvidados.

Como estudioso de los campos magnéticos, Ighina trabajó y desarrollo durante toda su vida un gran número de invenciones basadas en la vibración atómica y en la interacción de la Tierra con el Sol.

Entre su batería de artefactos se cuentan la cámara de resonancia pasiva, un neutralizador de terremotos y un extraño artefacto llamado “Elios”, supuesto a purificar cualquier materia alimenticia que se encontrara dentro de un pequeño radio de acción. Pero tal vez ninguno de ellos haya brindado a Ighina tanta satisfacción como “Estroboscópio magnético”, por su capacidad de asombrar a los curiosos en los días plomizos.

Sin embargo, cualquiera de estas invenciones no parecen haber significado un hito tan significante en la vida de Pier Luigi, como su descubrimiento de un átomo nunca antes considerado por la ciencia. Una pequeña y escurridiza partícula fundamental que el denominara “El átomo magnético”.

Durante cuatro años de estudio, Ighina se abocó a la tarea de clasificar las vibraciones particulares que había descubierto poseía cada átomo de la naturaleza. Observó las tasas de absorción de luz de cada uno de ellos, convencido que los científicos se encontraban equivocados en la estructura fundamental de los átomos, por que era imposible estudiar una partícula en perpetuo movimiento sin llevarse una falsa imagen.

Por lo tanto, ideó dispositivos para aislar a cada átomo, consistente en paredes de distintos átomos con tasas de absorción de luz en niveles decrecientes.

Fue durante estas investigaciones, (para las cuales, por cierto, diseñó un microscopio con nada menos que 1.600 millones de poderes de aumento) que descubrió al átomo magnético; una partícula extremadamente energética presente en todas las materias, incluido el aire y la materia orgánica.

Comprendiendo, tras duros años de laboratorio, la naturaleza más profunda de la materia (los átomos no oscilan, pero si vibran), Ighina desarrolló uno de sus inventos más curiosos y fundamentales: el oscilador de campos magnéticos.

El científico descubrió que si lograba cambiar el estado de vibración de un grupo de partículas, podría transformar la materia. Esto dio lugar a una serie de experimentos de naturaleza fantástica, en el cual el oscilador de campos jugaba un papel principal.

Una vez colocó en funcionamiento su aparato frente a un árbol de duraznos, programándolo para que su vibración fuese variando paulatinamente hacia la de un árbol de manzanas (habiendo estudiado sus índices de vibración previamente). Luego de 16 días, Ighina comprobó que el duraznero había mutado, casi en forma completa, hacia un manzano.

Luego de tal experiencia, se aventuró a indagar el alcance de su invento sobre la biología animal. Alteró el estado vibratorio de la cola de una rata hasta llevarla, al cabo de cuatro días, a un estado de materia idéntico al de una cola de gato.

Aunque la rata muriera luego de tal sometimiento (su organismo fue incapaz de soportar un cambio de naturaleza tan rápido), Pier Luigi desarrollo un experimento aún más revelador con el oscilador de campo como base: tras estudiar la vibración correspondiente a un hueso sano de conejo, excitó los átomos de una pata de conejo fracturada hasta sanarla en un tiempo record. Ighina comprendió de este modo, que las células enfermas (incluyendo las cancerosas) de cualquier individuo, eran posibles de curar mediante una simple alteración paulatina de su índice de vibración, si este era calculado en forma correcta.

En resumen, Pier Luigi había diseñado una máquina de hacer maravillas.

Una panacea electrónica tal vez. Sin embargo, pese a la larga lista de invenciones y anécdotas mítica s (las cuales no pueden tratarse en el presente artículo por cuestión de espacio), Ighina nunca fue reconocido como un científico ortodoxo por la comunidad académica.

Más bien fue ignorado, cuando no ridiculizado, por optar otro camino de ciencia.

El hecho de que no se crea, surge porque no se tienen las herramientas necesarias para entender cómo esto sucede” afirmaría el reconocido científico nuclear Guiliano Preparata, defensor de Pier Luigi Ighina y de la ciencia independiente.

No obstante, Ighina siempre fue reconocido por una minoría científica como un pionero revolucionario, y un gran contribuyente con el patrimonio italiano. Hoy, no solo existen fundaciones, calles y conferencias en su nombre, sino que probablemente su obra despierte más interés que durante la vida del científico.

Ighina partió de este mundo un 8 de enero del 2004, llevando un legado mágico (verdadero o falso, quien supiera) consigo; pero más que nada, dejando sobre la tierra un puñado de misteriosas ideas, y artefactos incomprensibles.

Aqui el video con la prueba de uno de sus artefactos:



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